[ Pobierz całość w formacie PDF ]

bribón.
Este misterioso personaje era un hombre delgado de mediana estatura, con una hermosa cabeza de
facciones estéticas como las de los sabios y eruditos, si bien su suave rostro de ojos agudos tenía algo
de astuto mercader. Vestía un sencillo manto de una tela de buena calidad y tenía la cabeza afeitada
como muestra de su devoción por el estudio y las artes. Hablaba en voz baja con su compa ero, y si
alguien lo hubiera estado observando habría notado algo misterioso y extra o en él, pues Atalis, al
hablar, sólo movía la mano izquierda. Tenía su diestra sobre el regazo en una postura poco natural y, de
vez en cuando, sus rasgos serenos e inteligentes se contraían con un súbito y horroroso pasmo de
dolor. Entonces su pie derecho, oculto bajo su traje largo, se torcía hacia atrás en una contorsión atroz.
Su compa ero era un personaje de Yaralet a quien la gente conocía y veneraba como príncipe Than,
descendiente de una antigua y noble familia turania. El príncipe era un hombre alto, grácil, joven y
muy atractivo. La firme y tersa línea de sus recios miembros y la acerada frialdad de sus ojos grises
contrastaban con la fatuidad de sus ondulados y perfumados rizos y de su manto cubierto de piedras
preciosas.
Al lado de Atalis, que estaba sentado en un sillón de respaldo alto de oscura madera tallada en forma
barroca, con gárgolas en relieve y rostros sonrientes, había una peque a mesa de ébano con
incrustaciones de marfil. Encima de esta mesa había un enorme trozo de cristal verde, del tama o de
una cabeza humana, que brillaba con un extra o fulgor interior y de vez en cuando el filósofo
interrumpía la conversación para mirar con intensidad en el interior de la reluciente piedra.
-¿Lo encontrará la muchacha? ¿Y estará dispuesto a venir? -dijo el príncipe Than con gesto
desesperado.
-Vendrá -respondió Atalis.
-Pero a cada momento que pasa aumenta nuestro peligro. Incluso ahora Munthassem Khan puede estar
vigilándonos, y sería peligroso que nos viera juntos...
-Munthassem Khan está drogado con el loto del sue o, pues las Sombras de Nergal estaban fuera a la
hora del atardecer -dijo
el filósofo-. ¡Y debemos correr algún riesgo, si queremos liberar a la ciudad de este sanguinario y
funesto individuo!
Su rostro se retorció en una mueca repugnante e involuntaria de intenso dolor, y luego se volvió a
serenar.
-Tú sabes, oh príncipe, que nos queda muy poco tiempo -dijo en tono lúgubre-. ¡Los hombres
desesperados toman medidas desesperadas!
El hermoso semblante del príncipe se contrajo súbitamente presa de pánico y se volvió hacia Atalis
con ojos sin vida y fríos como el mármol. Luego su rostro se volvió a animar y sus ojos se iluminaron.
Se hundió en el sillón, pálido y sudoroso.
-¡Muy poco tiempo!  dijo casi sin aliento.
En ese instante sonó una suave campana en algún lugar de la oscura y silenciosa casa de Atalis el
Vidente. El filósofo levantó su mano izquierda para calmar el involuntario estremecimiento del
príncipe.
Poco después, una de las cortinas de terciopelo se descorrió y dejó ver una puerta oculta. Y en el
umbral, como una aparición sangrienta, se veía el cuerpo gigantesco de Conan con la muchacha
medio desmayada apoyada en su hombro.
El filósofo se levantó de un salto con un grito contenido y se dirigió hacia el hosco cimmerio.
-¡Bienvenido... tres veces bienvenido, Conan! Ven, pasa. Aquí tienes vino... y comida...
Se aló un taburete que había al lado de la pared de enfrente y cogió a la extenuada muchacha de los
brazos de Conan. Las ventanillas de la nariz del cimmerio se ensancharon como las de un lobo
hambriento al sentir el aroma de la comida; pero al igual que un lobo estaba receloso y en guardia
contra una posible trampa; sus ardientes ojos azules examinaron al sonriente filósofo y al pálido
príncipe, y luego recorrieron atentamente cada uno de los rincones de la peque a habitación.
-Cuida de la chica. Un caballo la arrolló, pero alcanzó a transmitirme tu mensaje -dijo con un gru ido.
Luego, sin más ceremonias, cruzó la habitación, se sirvió una copa de vino de intenso color rojo y lo
bebió de un trago. Después arrancó una gruesa pata de ave asada y la devoró con apetito. Atalis tiró
de un cordón y entregó la muchacha a un silencioso esclavo que apareció detrás de otra cortina como
por arte de magia.
-Bueno, ¿de qué se trata? -inquirió el cimmerio tomando asiento en un banco y haciendo una mueca
por el dolor que le producía el muslo herido-. ¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Y qué quieres
de mí?
-Ya tendremos tiempo de hablar más tarde -replicó Atalis-. Come, bebe y descansa. Estás herido...
-¡Por Crom! ¡Nada de rodeos! Hablemos ahora.
-Está bien. ¡Pero permíteme limpiar y vendar tus heridas mientras hablamos!
El cimmerio se encogió de hombros con gesto impaciente y cedió de mala gana a la solicitud del [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • anikol.xlx.pl