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alzaban en un repentino crescendo de alegría. Sólo una parte de la multitud podía ver
cómo las puertas volvían a abrirse, pero la noticia se fue difundiendo rápidamente y no
tardó en llegar hasta aquellos que no podían verlas.
Cuando el deslizador emergió del casco del Aramadia, Nil Spaar cerró los ojos durante
un momento y aspiró una profunda bocanada de aquel aire deliciosamente fresco y
aromático. Le pareció que, por primera vez en siglos, al fin lograba respirar un aire que
estaba totalmente libre de la contaminación de las alimañas. Su impura pestilencia
parecía haberse adherido a él incluso cuando estaba a bordo de la nave, y había
perdurado tozudamente en sus fosas nasales como un recordatorio de la imperdonable
invasión del Todo que habían osado perpetrar. Sólo las brisas calientes de N'zoth eran
capaces de eliminar por fin esa sustancia contaminante, de la misma manera en que
había hecho falta el fuego purificador de la flota para librar al Todo de la presencia
ponzoñosa de las alimañas.
Nil Spaar abrió los ojos y siguió inmóvil, sintiéndose renovado. Había una barra para
mantener el equilibrio junto a su mano, pero no la necesitaba. El deslizador procesional
estaba acelerando con tanta delicadeza y giraba con tal suavidad mientras avanzaba por
la enorme pista de descenso, que Nil Spaar apenas podía notar que estuviera
moviéndose.
El vehículo trazó dos lentos círculos alrededor del Aramadia, permitiendo que las
primeras filas de la multitud pudieran tener un fugaz atisbo de su héroe y provocando dos
repentinas oleadas de cuerpos que avanzaron a la carrera para ser recibidos por los
campos paralizantes de las fuerzas de seguridad. Después el vehículo avanzó por el
espacioso pasillo que llevaba a la carretera de la ciudad. Nil Spaar dejó escapar un
suspiro de placer ante la visión de Giat Nor extendiéndose sobre el horizonte frente a él.
El horror que era la Ciudad Imperial se desvaneció de su memoria. Volvía a estar en casa.
Mientras avanzaba por el pasillo, el clamor de los fieles cayó sobre Nil Spaar desde
ambos lados con una potencia casi palpable. El virrey de la Liga de Duskhan contempló
sus rostros y vio el éxtasis en ellos. Cuando les miró a los ojos, vio en ellos una
esperanza ilimitada, una profunda gratitud y un amor incondicional.
Alto le ordenó de repente al conductor . Detén el vehículo.
El deslizador fue reduciendo la velocidad, deteniéndose con la delicada e imperceptible
suavidad de una brisa que deja de soplar. El guardián de más edad de la pareja que
precedía al virrey se levantó de su asiento y volvió la cabeza hacia Nil Spaar para lanzarle
una mirada llena de preocupación.
¿Hay algún problema, Bendito?
No dijo Nil Spaar . Pero hay algo que deseo hacer.
Abrió la portezuela del compartimiento, y la escalera retráctil surgió rápidamente de las
planchas para sostener su peso. Nil Spaar bajó por ella y fue hacia la multitud de la
derecha, que se sumió en un silencio total al verle aproximarse, repentinamente
enmudecida por la proximidad del Bendito. Nil Spaar hizo una seña al conductor del
vehículo para que le siguiera y avanzó lentamente a lo largo del cordón de seguridad,
enjuiciando con ojo de experto lo que veía más allá de él.
Unos instantes después se detuvo y clavó la mirada en un nitakka, un joven alto y
fuerte que poseía una soberbia masa de crestas y promontorios. Nil Spaar fue hacia él.
Tú dijo, señalándole con el dedo . ¿Me darás tu sangre?
La sorpresa convirtió el rostro del nitakka en una máscara inexpresiva, pero el asombro
y el deleite enseguida volvieron a animar sus facciones.
¡Oh, sí, daramal gritó el joven macho, cayendo de rodillas sin vacilar.
Pues entonces ven conmigo dijo Nil Spaar, haciendo una seña a los guardias para
que le permitieran atravesar el cordón de seguridad. Cuando el nitakka estuvo lo
suficientemente cerca, el virrey extendió un brazo y arañó una de sus mejillas con su
garra en una apropiación simbólica donde la herida ensangrentada anunciaba el sacrificio
que tendría lugar en el futuro. Una oleada de nerviosa excitación se extendió rápidamente
por toda la multitud. El nitakka no movió ni un músculo . Acepto tu ofrenda añadió .
Camina detrás de mi vehículo.
Después Nil Spaar giró sobre sus talones y cruzó el pavimento hasta el lado opuesto.
El murmullo de sorpresa y perplejidad se estaba disolviendo rápidamente en una ruidosa
expectación a medida que la multitud empezaba a adivinar su propósito. Ignorando las
ofertas y los gritos de súplica, Nil Spaar fue andando lentamente a lo largo del cordón de
seguridad tal como había hecho al seleccionar el nittaka. Esta vez se limitó a mirar a las
hembras jóvenes, que todavía mostraban la protuberancia del apareamiento indicadora de
que habían alcanzado la fertilidad y el pequeño bulto redondeado de un maranas oculto
en sus entrañas dentro de la parte superior de su cuerpo.
Tú dijo por fin, deteniéndose y señalando a una de ellas . ¿Me entregarás tu
recipiente de nacimiento?
Los gritos de quienes la rodeaban hacían imposible que la marasi pudiera haber oído
sus palabras, pero inclinó la cabeza y fue hacia él de todas maneras. Nil Spaar la hizo
girar con un firme ademán de propietario hasta que la espalda de la marasi quedó dirigida
hacia él, y después envolvió su cabeza con la presa del apareamiento. La marasi cayó de
rodillas sin ofrecer ninguna resistencia y Nil Spaar retrocedió, dejándola arrodillada ante
él.
Acepto tu ofrenda dijo Nil Spaar . Camina detrás de mi vehículo.
El deslizador procesional avanzó y se detuvo para que el virrey subiese a él, y Nil
Spaar volvió a ascender al compartimiento abierto. Una vez allí estiró los brazos con los
puños apretados, volvió el rostro hacia los fieles y rugió el grito de los viejos imperativos,
la carne y la alegría. Los fieles respondieron con un cántico de agradecimiento al Todo,
como si aprobaran sus elecciones.
Vamos ordenó Nil Spaar sin mirar al conductor.
El virrey de la Liga de Duskhan se recostó en su asiento. Acababa de descubrir que
poseía un nuevo y profundísimo poder, y por fin sabía que el roce de sus dedos podía
cambiar vidas, que su mirada podía conferir honores, que su presencia provocaba el
éxtasis y que sus caprichos serían satisfechos inmediatamente.
«Deberé tener mucho cuidado para impedir que esto me distraiga excesivamente de
mis verdaderos objetivos en el futuro pensó Nil Spaar mientras el deslizador avanzaba
hacia Giat Nor . Pero por el momento será una distracción muy agradable...»
A medio año luz de distancia, el Cúmulo de Koornacht llenaba la mitad del cielo con
una espectacular pincelada de estrellas e iluminaba los cascos de los navíos de la Quinta
Flota con la potencia de un reflector.
Y entonces, surgiendo de la nada al mismo tiempo, un diluvio de señales locales y de
hipercomunicaciones bombardeó las naves que acababan de salir del hiperespacio y fue
encendiendo luces indicadoras en los puestos de control por todo el puente del Intrépido.
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